ILa economía liberal ha acompañado en gran medida el desarrollo de un modelo de innovación tecnológica, considerado más eficiente y basado en el aprovechamiento de nuevos recursos y oportunidades. Ante el empeoramiento de las presiones ambientales y sus consecuencias sanitarias y sociales, este modelo basado en la promesa de mantener un estándar de consumo y producción, incluso hoy se aplica a la perspectiva del “crecimiento verde”, llegando claramente a sus límites.
Las crisis que atravesamos llaman más que nunca a abogar por una nueva alianza entre ciencia y sociedad, contribuyendo a las transformaciones ecológicas y sociales necesarias. Este es el objetivo de nuestro colectivo de académicos en proceso de estructuración, la Sociedad Francófona de Economía Ecológica (Sofee).
Nuestros modelos de producción y consumo de hecho traspasan los límites de la biosfera de forma irreversible. Sin embargo, los análisis económicos liberales continúan considerando a la naturaleza como un simple factor de producción.
Parece que es fuera de la economía -dentro de las ciencias biofísicas y de la sociedad civil- donde nacen referencias, observaciones y alternativas capaces de nutrir transformaciones sociales y políticas acordes con los temas actuales: Johan Rockström y los límites planetarios, Kate Raworth y “la teoría del donut”, herramientas como la huella ecológica, el análisis del ciclo de vida, la deuda ecológica… Estos trabajos ponen de manifiesto el arraigo de los sistemas socioeconómicos en la biosfera, principio básico de la economía ecológica que promovemos.
El agotamiento de los recursos naturales.
La economía ecológica critica la idea del crecimiento verde y un posible desacoplamiento entre el crecimiento económico y sus impactos ambientales. Limitar la contaminación y el consumo de recursos gracias al progreso tecnológico tropieza con dos escollos.
Primer escollo, el ahorro de energía generado por máquinas más eficientes acelera el agotamiento de los recursos naturales a largo plazo. Por ejemplo, mejorar la eficiencia energética de los dispositivos digitales no puede compensar el aumento del número de pantallas, aplicaciones, redes, centros de datos y tiempo de conexión.
Segundo escollo, externalizar e invisibilizar los impactos ambientales y sociales. Por ejemplo, el desarrollo de la tecnología digital alimenta grandes vertederos a cielo abierto, lejos de los países en cuestión, y se basa en excavaciones masivas de metales estratégicos.
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