El discurso pronunciado ayer por el candidato Núñez Feijóo en la primera sesión del debate de investidura tuvo un fallo garrafal. Fue demasiado sensato y contenía un grave exceso de sentido común . Así no se puede salir hoy a la calle en España. Tan es así que en un gesto de desdén que le deshonra (¿Todavía más?) el presidente en funciones no se dignó a subir a la tribuna, ni siquiera a delegar en su portavoz oficial o en algún ministro y delegó en un airado diputado, el señor Puente – otro castigado por los acuerdos de las minorías -, que cumplió perfectamente con su ingrata labor de denigrar sin debatir y de gritar sin escuchar. O no atendió… Ver Más
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