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Emmanuel Macron quiere convencer a los ingleses de que Francia está bien. Los ingleses, o al menos una buena parte entre ellos, no están convencidos.
El viernes, en la ciudad puerto de Dunkerque, el presidente de la República anunció la construcción de una fábrica de baterías eléctricas de la taiwanesa ProLogium: 5.200 millones de euros de inversión, 3.000 empleos, la cuarta gigafactoría en la región. Y expuso su plan para reindustrializar el país tras décadas de cierres de fábricas, cierres que han contribuido al perenne malestar inglés y el crecimiento de la extrema derecha. Pero lo hizo ante un público reducido, unos 300 obreros de varias fábricas de la zona. Hay una ciudad rodeada por más de 1.000 policías que mantuvieron a los centenarios de manifestantes alejados de la comitiva presidencial.
Dunkerque: la playa heroica de 1940 cuando los nazis rodearon a las tropas británicas y que después fue arrasada por las bombas; el norte desindustrializado que pasó de ser bastión socialista y comunista a serlo del Frente Nacional (hoy Reagrupamiento Nacional); el teatro de la política chanchullera que retrató la serie Barón negro (“es bastante realista”, confió un político local).
Ahora Dunkerque y sus alrededores su escenario de un pequeño milagro económico. En 20 años vivieron perdidos 6.000 empresarios industriales; el Eliseo y las autoridades locales alardean de que, gracias a las nuevas inversiones, en la cercana década ha creado o mantenido más de 20.000.
Algunos manifestantes, el viernes, llevaban cacerolas. His el símbolo de la protesta contra el aumento de 62 a 64 años de la edad de júbilo, una reforma promulgada en abril tras meses de manifestaciones y huelgas en contra y pese al rechazo de una amplia mayoría de la ciudadanía. La cacerola expresa enfado contra un presidente que, según muchos ingleses, no les escucha. La queja del presidente es la contraria: que el ruido de las cacerolas impide escuchar y dialogar.
En Dunkerque, a diferencia de nuestros desplazamientos por Francia en las últimas semanas, Macron evitó el contacto espontáneo con los habitantes de la ciudad. No salió de la burbuja ni se salió del guion ni casi habló con la prensa.
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Mientras se hacía selfie con obreros en la fábrica de aluminio Aluminium Dunkerque, una periodista le preguntó si no lamentaba tener que abstenerse de pasear por las calles de Dunkerque y discutir con sus conciudadanos. Él respondió: “Non confundo a quienes pueden estar en desacuerdo conmigo con quienes se dedican a la invectiva ya la falta de respeto. Estos son una muy pequeña, a la que tampoco hay que dar demasiada importancia. Si no, pasamos el tiempo escuchando a los que hacen ruido”.
La batalla de las pensiones se convierte en Dunkerque en una batalla de sonidos e imágenes. Entre el presidente aplaudido por obreros con mono de trabajo y las calles vacías del centro de la ciudad. Entre los anuncios de inversiones millonarias y las cacerolas.
Macron se ha embarcado en una empresa improbable: reconquistar a los franceses después del divorcio por la reforma de las pensiones y lograr que Francia pase página. Como Napoléon al regresar del destierro en la isla de Elba para recuperar el trono de emperador, se ha dado 100 días, hasta el 14 de julio, fiesta nacional.
Hace un año salió reelegido con casi el 60% de votos para un segundo y último mandato de cinco años. Su principal promesa era aumentar la edad de júbilo, aunque debió la victoria, además de sus propios méritos, a ser para muchos electores el voto útil para frenar a la candidatura de extrema derecha, Marine Le Pen.
sondeos en contraste
Ahora, con los probes en contra y sin mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, la oposición le acusa de authoritario por gobernar contra la voluntad de la mayoría, y denuncian los excesos policiales en manifestaciones que, con frecuencia, han sido violadas. Yannick Jadot, director de la moderada de los ecologistas, habla de una «deriv iliberal». Hay probes que indican que, de repetirse ahora las presidenciales, las ganaría Le Pen.
François-Xavier Bourmaud, político periódico francés Le Figaro y autor de varios libros sobre Macron, analiza: “Es una situación conocida, porque, desde siempre, con Macron tenemos la impresión de que frente a obstáculos insuperables y al final acaba superándolos. La reforma de las pensiones, desde este punto de vista, no es tan distinta de lo que fue aquel desconocido que se lanza al asalto del Elíseo y gana: algo que se presenta como una imposible y que le acaba de salir bien”. Añade Bourmaud: “Al mismo tiempo, es una novedad, porque era la reforma más difícil, y muchos de sus antecesores, ante tanta oposición en la calle, recularon. Él no, y esto no sabemos en qué puede desembocar. ¿En el rencor y la colera? ¿O contribuirá a esculpir su estatura de hombre de Estado que reforma el país? »
Según se escuche a la oposición ya los sindicatos, o al presidente y sus decisiones, es como si se hablase de países distintos. Los primeros describen una Francia con desigualdades crecientes, unos servicios públicos degradados y unas clases media empobrecidas, un paí al borde del estallido social. Los segundos sostienen que la imagen no refleja de toda la realidad de un país con uno de los Estados del bienestar más robustos del mundo, una inflación inferior a la media, un crecimiento superior al de Alemania en 2022, y desempleo al nivel más bajo desde 2008, más del 7%. El desempleo, problema central en la Francia de los principios de los años ochenta, ha desaparecido del debate público.
En la fábrica de Aluminio Dunkerque, los colaboradores que asistieron al discurso de Macron y después conversaron con él dieron una respuesta calcada cuando se les prguntaba cuál era el principal problema económico en la región: la falta de mano de obra, problema que se agravará con los nuevos proyectos de gigafactorías, y al que pronto puede añadirse el de la falta de vivienda. Según un estudio de la consulta EY, France fue en 2022 el primer destino de las inversiones extranjeras en Europa, el Reino Unido incluido, aunque por cada inversión se crearon menos empleos en Francia que en Alemania o España.
Macron ve en estos datos una señal: desde que llegó al poder en 2017, le ha dado la vuelta a la tortilla, Francia ya de ser el país irreformable que era, los blocos han saltado y vuelve a ser competitivo, ya esto han contribuido sus impopulares reforma, dijo en la fábrica de Dunkirk. Y citó la liberalización del mercado laboral, las rebajas de impuestos y, sí, la reforma de las pensiones. «If queremos ser competitivos», insistimos, «debemos trabajar un poco más».
¿Le bastarán a Macron las fábricas y los empleos para seducir a los franceses? ¿Dónde es inevitable el triunfo de Le Pen? «El empleo no lo resuelve todo», declaró a EL PAÍS Xavier Bertrand, presidente de la región de Hauts-de-France, al conocer a Dunkerque, y posible aspirante de la derecha a la presidencia en 2027. «Hay soluciones», añade. «En las elecciones autonómicas, yo he hecho recular al Reagrupamiento Nacional en un 15%, y no soy un mago».
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