Hace unos días vi en un video como se desintegraba el palo-ala de un F-50 en una de las regatas de Sail GP, esos catamaranes con foils, que resultan un poco empalagosos ya para los aficionados, aunque reconozco que por televisión no dejan de ser un espectáculo por su velocidad.
Me vino a la cabeza la fragilidad y a la vez fortaleza que estos palos tienen si están bien construidos y colocados. Recordé aquél fiasco de presentación en Valencia del barco de Copa América Bravo España, que nada más botarlo y saliendo por la bocana del Real Club Náutico de Valencia tiró el palo al agua.
Antes, había estado hablando con la Reina Sofía, que fue la madrina del Bravo España, y en un momento dado le dije: «Señora, noto algo raro en el palo del barco y puede ser que no dure mucho enarbolado».
La Reina me dijo que no creía que se fuera a producir ese desenlace, sonrió y se marchó. Como hacía tanto calor y la explanada del club ardía decidí coger el coche y a mi familia y poner rumbo a Murcia a comer en un restaurante dos estrellas Michelín.
Por el camino, antes de llegar a Alicante, sonó mi móvil. Era María Wandosell, que me dijo: «José Luis, se ha caído el palo del Bravo España». ¡Madre mía! Había acertado en mi previsión de la jugada ante la Reina. ¿Qué pensaría doña Sofía en esos momentos?
Resulta que el desgaste de un cadenote produjo la rotura del aparejo y por consiguiente el palo se fue al agua. El Bravo España salía por la bocana del Náutico rodeado de neumáticas con prensa e invitados y estuvo a punto de producirse un drama.
También me acordé de aquella Vuelta Ibérica en la que pasando por Tazones, en Asturias, mi 50 pies colapsó y partió el palo. Justo iba contando a mi tripulación lo de la Armada Invencible y un golpe de mar acabó con nuestras esperanzas de ganar aquella etapa.
Los palos de los barcos hay que revisarlos muy bien. No permiten ni una sola fisura y una cosa es que tires un palo al agua mientras navegas a 20 nudos y otra muy distinta es que se caiga nada más estrenarlo, como le pasó al Bravo España.
En fin, recuerdos de mi época como navegante, que no la cambio por otra más cercana y recuerdos de la sencillez, simpatía, amabilidad y acercamiento que tenía mi Reina, doña Sofía. Esa Reina que apoya nuestro deporte, que lo practicaba, que iba a las entregas de premios y que hablaba con nosotros con toda naturalidad. Todo ha cambiado mucho, hasta la Familia Real, y de verdad que lo echo de menos, aunque nunca me han dado nada personalmente, pero tampoco me lo han quitado. Es historia de España y de la vela española.
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