Hamás mantiene su organización administrativa en Gaza gracias a su red de pagos en efectivo pese a la guerra

A casi dos años desde el comienzo del conflicto en Gaza, el movimiento islamista Hamás sigue manejando una red secreta de pagos que apoya a cerca de 30,000 funcionarios públicos en la Franja. A pesar de la gran destrucción, la presión militar continua y el colapso económico, el grupo ha conseguido preservar una estructura administrativa básica a través de la distribución oculta de sueldos en efectivo, una actividad que muestra tanto su capacidad de resistencia como las crecientes tensiones internas debido al empeoramiento de las condiciones de vida.

Transferencias secretas entre peligro continuo

El sistema de pagos implementado por Hamás se basa en el uso de mensajes cifrados enviados a los teléfonos móviles de los empleados o sus familiares. Estas comunicaciones indican puntos de encuentro y horarios específicos para recoger sobres con dinero en efectivo. El proceso se lleva a cabo en condiciones de alto riesgo, con frecuentes ataques dirigidos por Israel a los supuestos puntos de distribución, lo que ha provocado víctimas entre los beneficiarios.

Los salarios, equivalentes a un 20 % del ingreso previo a la guerra, se entregan de forma intermitente, aproximadamente cada diez semanas. En la práctica, los trabajadores reciben montos simbólicos, en ocasiones en billetes tan deteriorados que resultan difíciles de usar en el comercio local. En un contexto de hiperinflación y escasez extrema de productos básicos, estos pagos han perdido gran parte de su valor real, generando descontento entre empleados que, a pesar del vínculo con la administración de Hamás, se sienten abandonados por el sistema.

Reservas ocultas y financiamiento externo

Fuentes cercanas a la estructura financiera de Hamás señalan que, antes del estallido del conflicto en octubre de 2023, el grupo habría almacenado aproximadamente 700 millones de dólares en efectivo, además de cantidades importantes de moneda local, resguardadas en túneles subterráneos. Esta reserva habría sido diseñada para mantener la operatividad del grupo durante una posible confrontación prolongada, como la que se desarrolla actualmente.

A estas reservas se suma el financiamiento externo recibido por diferentes vías. A lo largo de los años, Hamás ha contado con fondos provenientes de impuestos locales, apoyo económico de gobiernos aliados como Qatar e Irán, así como de redes asociadas a organizaciones islamistas regionales. Durante el conflicto, el grupo ha intensificado la recaudación de ingresos a través de la venta de bienes con precios inflados, como los cigarrillos, y la imposición de nuevos tributos sobre el comercio local, lo que ha contribuido a aumentar la presión económica sobre la población civil.

Críticas por manejo desigual de la ayuda humanitaria

Uno de los puntos más sensibles en la actual situación humanitaria de Gaza es la distribución de ayuda. Diversas voces locales acusan a Hamás de favorecer a sus simpatizantes en el reparto de alimentos y recursos básicos, excluyendo a segmentos amplios de la población. Los comités encargados de esta distribución, que rotan frecuentemente por motivos de seguridad, han sido señalados por residentes por aplicar criterios partidistas en el acceso a los paquetes de ayuda.

Este sentimiento de trato injusto ha incrementado el descontento entre los residentes de Gaza, quienes dudan sobre la validez de un sistema que, aparte de no asegurar el bienestar común, ha sido señalado como culpable del empeoramiento de la situación al haber iniciado el conflicto. El descontento se intensifica entre grupos vulnerables, como las familias que han perdido a sus proveedores, y que ahora dependen totalmente de la ayuda externa y no cuentan con mecanismos de respaldo institucional.

Fragilidad institucional y control interno

Aunque debilitado, Hamás conserva un control funcional sobre ciertas áreas administrativas dentro de Gaza. Policías, maestros, funcionarios religiosos y empleados fiscales continúan desempeñando labores esenciales, aunque bajo condiciones cada vez más precarias. Esta continuidad operativa, limitada pero simbólicamente relevante, refuerza la narrativa interna de resistencia frente a las presiones externas, incluso si no logra responder a las necesidades básicas de la población.

La destitución de figuras principales, como el líder financiero del conglomerado, ha influido en la capacidad de dirección, pero no ha destruido totalmente las estructuras presentes. La entidad ha conseguido ajustarse empleando enfoques descentralizados, lo cual complica los esfuerzos israelíes para desmantelar su operación económica y administrativa.

Conflictos internos y un porvenir incierto

El mantenimiento de una estructura administrativa durante el colapso humanitario demuestra la habilidad organizativa de Hamás y las serias divisiones sociales que afectan a la Franja. La distribución desigual de recursos, junto con la presión constante que sufren los ciudadanos debido a la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales, ha debilitado el apoyo popular hacia el grupo.

En este contexto, el pago de salarios en efectivo se ha convertido en un símbolo ambiguo: por un lado, representa la capacidad de Hamás para resistir el cerco militar y mantener una mínima funcionalidad institucional; por otro, evidencia la desconexión creciente entre sus estructuras internas y una población que carga con el peso de la guerra, el aislamiento y la inseguridad alimentaria.

El porvenir de este sistema está influenciado por varios elementos, desde la habilidad del conjunto para preservar recursos no visibles hasta la demanda internacional de instaurar métodos eficaces de asistencia humanitaria sin condiciones. Mientras tanto, en los vecindarios de Gaza, el sencillo hecho de recibir un salario continúa siendo una tarea encubierta, arriesgada y, para muchos, sumamente desalentadora.

Por Valentina Morales