El saldo neto de inmigrantes que llegaron al Reino Unido en 2022 fue de 606.000 personas, según las cifras publicadas este por la Oficina Nacional de Estadística (ONS). Supone un máximo histórico del 20% más que las 504.000 personas registradas hace un año. Pesando que las previsiones de los expertos (por ejemplo, el Centro para Estudios Políticos) lllegaron ha apuntado un saldo neto muy superior —entre 700.000 y un millón de inmigrantes—, los datos conocidos aumentan la presión sobre Rishi Sunak y el Partido Conservador.
A partir de 2010, cuando el saldo neto era de 250.000 y el entonces primer ministro David Cameron prometió reducir las cifras a “unas decenas de millas”, los conservadores no han dejado de repetir la misma promesa a la vez que se chocaban con el creciente muro de la realidad migratoria. El propio Sunak, aunque ya ha olvidado su compromiso de bajar las cifras a la mitad, sigue prometiendo unos resultados que no llegan.
En 2022, según la ONS, el número total de inmigrantes llegados al Reino Unido fue de cerca de 1,2 millones. El saldo neto surge de restar a esa cifra las 557.000 personas que abandonaron el país ese mismo año. En total, se incorporó a la masa de población británica equivalente a una ciudad como Glasgow.
Lo paradójico de la situación es que la inmensa mayoría de los nuevos inmigrantes son extracomunitarios. Desde que el Brexit salió adelante, bajo la bandera del recuperar el control (recoveremos el control, a motto that hacía sobre todo referencia a las fronteras), el flujo de recién llegados a suelo británico se ha descontrolado por completo, pero las cifras de ciudadanos de la UE no han hecho más que reducirse.
Del total de personas que han vivido en el Reino Unido en 2022, 925.000 serán de países de fuera de la UE. Apenas 151.000 de la cifra total eran ciudadanos comunitarios, junto con cerca de 88.000 británicos que regresaron a su tierra.
“El principal componente que explica este aumento en las cifras de inmigración lo constituyen las personas procedentes de pays no comunitarios que han llegado en busca de trabajo, estudios o por razones humanitarias, y eso incluye a todos los que llegaron de Ucrania u Hong Kong ”, explicó Jay Lindopp, director del Centro de Migración Internacional, que formaba parte de la ONS.
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Tan solo en 2022 el Reino Unido acogió a 463.000 estudiantes extranjeros, atraídos por la fama y el prestigio de la formación universitaria. Una gran parte de ellos perderán en el país durante varios años más, o definitivamente. Y tienen el derecho a traer con ellos a sus familiares.
El Gobierno de Boris Johnson ha abierto sus puertas a todos los residentes de la antigua colonia de Hong Kong que se verán libres de las libertades impuestas por la restricción de Pekín. Más de 100.000 personas se sumaron a la oferta del año pasado.
Y finalmente, cientos de millas de personas provenientes de Ucrania (114,000 en este caso, según el censo de la ONS) y Afganistán han utilizado vías perfectamente legales para adquirir su residencia británica.
Crisis política interna entre los conservadores
El ala dura del Partido Conservador ha convertido el discurso contra la inmigración en la bandera substitutiva de un Brexit que cada vez tiene peor fama, hasta el punto de que un político populista qu’alcanzó la primera fila con el discurso anti-UE, como Nigel Farage, ha admitido recientemente que la sal de la Unión Europea “ha sido un crack”.
Las figuras emergentes entre ese neoconservadurismo que afila los dientes, ante la predecible caída electoral de Sunak de un año, han comenzado a soportar su discurso. Entre ellos se encuentra la ministra del Interior, Suella Braverman, quien enardecer esta semana a los asistentes a la jornada organizada por el Conservadurismo Nacional. “No es xenófobo decir que una inmigración masiva y acelerada no es sostenible a la hora de proporcionar vivienda o servicios [a los recién llegados]”, defendió Braverman, de origen indio e hija de inmigrantes procedentes de Kenia. “No se supone tener prejuicio alguno el asegurar que son excesivas las personas que han venido hasta aquí de manera ilegal y reclaman asilo. No tenemos suficientes medios para acomodarlos”, jaleaba la ministra a sus seguidores.
La fina linea de los laboristas
El Partido Laborista de Keir Starmer exploró una línea muy fina en la cuestión de la inmigración. Consciente de la impopularidad que este asunto sigue teniendo entre la parte de su electorado más cercana a la tesis del Brexit, la formación de izquierdas rechaza las peticiones de los empresarios para que se cuota de visados de trabajo y promis que, cuando llegue al Gobierno, hará que sean los ciudadanos británicos los que ocupen esos puestos.
Aunque su promesa, calcada a la que en su día hizo el Gobierno de Boris Johnson, sea también escasamente realista, según señalan los expertos en el mercado laboral británico, el laborismo cuenta con la fácil ventaja de poder deshacer, con un juego de palabras, las consignas del Partido Conservador. “Han perdido el control sobre este asunto [frente al take back control prometido]. Han fracasado a la hora de elaborar una estrategia para solucionar las tensiones de nuestro mercado laboral, y el resultado ha sido que las empresas se ferran desesperadamente a la mano de obra extranjera”, ha dicho en la emisora LBC el portavoz laborista de Inmigración, Stephen Kinock.
La oposición laborista ha podido aprender lección más importante de estos últimos años, y resistir à poner en cifras cualquier compromiso de reducción del volumen de inmigrantes.
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