Fue hace un año, al día. “Estamos en un pico de inflaciónobservó el Ministro de Economía Bruno Le Maire sobre France Inter, ya cuestionado el 1oh junio de 2022 sobre el aumento de los precios de los alimentos. La parte difícil, aquí estamos. » En los estantes de los supermercados, las etiquetas mostraron un vínculo sin precedentes de 4,2% en comparación con el año anterior. Pero el consenso fue que la inflación debería bajar ” en los próximos meses “como afirmó entonces.
Un año después, la inflación de dos dígitos (+14,1% en alimentos en mayo en un año, 5,1% para la inflación general) se ha apoderado del día a día de los franceses, mordisqueando día tras día su poder adquisitivo. El alto nivel de los precios los hace perfectamente insensibles a la caída histórica del desempleo que pregona el ejecutivo, y sigue siendo su principal preocupación. “Tres cuartas partes de ellos prevén que la inflación sea estructural y duradera”, agrega Frédéric Dabi, director gerente de IFOP. El ejecutivo, sin embargo, sigue mostrando una forma de voluntarismo, repitiendo que Francia está en proceso de “pasar el pico”. “El objetivo es que de alguna manera absorbamos esta inflación por la caída”, aseguró Emmanuel Macron en TF1, el 15 de mayo. “Al comienzo del año escolar de septiembre a octubre, habremos, en cualquier caso, esa es mi determinación, roto la espiral de precios”, por su parte, predijo el Ministro de Economía, el sábado 20 de mayo en France 2. Agregando, bravata: “No soy de los que dicen ‘el Estado no puede hacer nada'”.
¿Puede realmente el Estado frenar el aumento de los precios de los alimentos, o incluso reducirlos, como ha logrado, con mucho dinero público, contener los de la energía con los distintos escudos de precios desplegados en los últimos diez y ocho meses? La inflación, que había desaparecido de la memoria colectiva desde la década de 1980, resurgió repentinamente en el verano de 2021, bajo el efecto de la desorganización de las cadenas productivas provocada por el Covid, antes de verse agravada por la guerra en Ucrania y los embargos energéticos, luego por las dificultades de la flota nuclear francesa. Expertos y políticos redistribuyen en tiempo real las formas insidiosas con las que contamina poco a poco la economía, migrando de la energía a la alimentación para finalmente afectar a los servicios -transporte, restauración, turismo- a medida que suben los salarios. Con una especie de asombro, la mayoría de ellos nunca se había enfrentado a este fenómeno en su vida, que los propios economistas habían llegado a creer que simplemente había desaparecido.
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