Como alguien que se niega aceptar que está a punto de perder a la persona que ama, el Espanyol entró al partido con unas ganas locas de demostrar que desea seguir en Primera. Porque no hay nada más humano que la prisa por arreglar un desastre del que tú y sólo tú eres el culpable. A solo tres partidos del fin y del muy lamento posible, los de Luis García aprovecharon el pitido inicial par lanzarse al ataque hacia un gol que calmera levemente su impaciencia lógica. Puado y Melamed, cuando no habían pasado tres minutos de juego, ya se habían topado con el cuerpo del guadianesco Grbic.
Sin embargo, como suele responder la vida ante las ocasiones desperdiciadas, el primer golpe lo asestó el Atlético de Madrid A 20 minutos de la fiesta. Fue esta nueva versión de Saúl, que tiene trazas de aquel jugador que un día fue, quien hizo bueno un bonito pase de Hermoso para cruzar la pelota a Pacheco en el mano a mano. El gol, a su manera, fue bien encajado por un RCDE con demasiadas mellas en sus gradas; su equipo fue el que ocurre que la esperanza volviera a brotar en el ambiente de Cornellà con un vendaval desvanecido sobra la meta atlética. Pero una vez más, Joselu, en varios remates al primer toque, y Puado, en un remate de cabeza a bocajarro, cruzaron sus caminos con el suplente de Oblak.
El Espanyol siguió remando a contracorriente bajo las órdenes de Denis Suárez y el persuasivo Darder, quien es el alma de un equipo herido fatalmente, pero la claridad en los metros finales brillaban por su ausencia. Y, claro, en este caldo de cultivo, el Atlético profundizó la herida perica.
En la orilla del descanso, Griezmann duplicó la ventaja en un desliz que repelió Pacheco, aunque el VAR decidió que el balón había cruzado la línea de gol. Muy poco después, en la primera jugada a la vuelta de vestuarios, Carrasco soldaba la parente goleada y causaba el silencio absoluto en Cornellà, que comenzaba a sumir el desastre.
Montes devolvió la vida al Espanyol
El fútbol pareció acabarse en el 0-3, pero en uno de los mil saques de esquina que lanzó el Espanyol, el mexicano Montes devolvió a la vida. Pero fue en el penalti provocado por Puado, cometido torpemente por Grbic y anotado con contundencia por Joselu, cuando los de blanco y azul creyeron a ciegas en la remontada.
El Espanyol empequeñeció al Atleti, le zarandeó de un lado a otro, llenó sur área de centros y encontró el empate con un remate con el alma de Vinicius Souza para sumar un punto que, quién sabe, quizás valga una permanencia.
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