como en un pub, dos niñas rubias vestidas con vestidos brillantes corren hacia la entrada del parque. Detrás de ellos, sus padres, con diademas de orejas de Mickey, se unen a ellos, con una sonrisa eufórica en los labios. Este sábado 3 de junio, en la explanada de Disneyland Paris, a la entrada del recinto, las fuentes brotan a flote, en un contexto de música mágica y palacios con fachadas rosas, cuando de repente, alrededor de las 11:30 horas, el ambiente cambia. . Primero se escuchan silbidos, luego gritos de reclamo. Ante los hombres, vestidos con brazaletes negros y naranjas con el logo de “seguridad”, que aparecen de la nada, se paran frente a los visitantes para obligarlos a alejarse. Varios periodistas apostados fuera del parque -pese a los pedidos de autorización de la dirección- están al acecho.
En el espacio de un instante, las tensiones de un día de huelga contra las pensiones se transponen al país de Mickey. Cientos de manifestantes -unos mil según los huelguistas- irrumpen en este ambiente azucarado. Unos vestidos con chalecos amarillos, otros con ropa de trabajo -botones, camareras u otros disfraces- portan pancartas con consignas vengativas a la distancia del brazo. “Cinco años de esclavizar al ratón siempre valió la pena como una rata”, encendido en un letrero.
“Las huelgas se hacen realidad”, irónicamente otra mientras las banderas rojas de la CGT y las celestes de la UNSA se derriten entre la multitud. Esta es la segunda vez esta semana que miembros del reparto de la multinacional (como se llama a los empleados de los parques temáticos) salen a la calle para reclamar un aumento de 200 euros netos al mes así como el doble pago de los domingos y mejores condiciones laborales. Una manifestación que valoró la parada de varios espectáculos y atracciones.
Después de pasear por el interior de los dos parques, la procesión se traslada al exterior en el escenario artificial de la villa Disney. En su camino, huéspedes (“invitados”, es decir los clientes) filman con sus celulares, mientras otros observan, estupefactos, este desfile de otro tipo. Una mujer con un niño en brazos aplaude. “Yo los apoyo. Yo vengo de Gran Bretaña y también hicimos huelgas salariales. No hay otra forma de obtener lo que te corresponde”.explica mientras un delantero le sonríe. “Claro que nos hace felices. Sabemos que la gente paga caro su lugar para venir aquí”cae bajo el joven empleado como fotógrafo.
Te queda el 59,62% de este artículo por leer. Lo siguiente es solo para suscriptores.
Más historias
Economía de EE.UU. en el tercer trimestre: Resiliencia y desafíos
Perspectivas del mercado y de la Reserva Federal
Negociaciones de supuestos en la Generalitat Valenciana: retos y críticas